<<<
25
“Coco” me abrió la puerta a la escena internacional más
relevante. Comenzamos a viajar con mayor frecuencia, es-
tudiando a comienzos de temporada el calendario interna-
cional con mayor detenimiento y buscando alcanzar resulta-
dos cada vez más competitivos. Aunque todavía era amazo-
na juvenil, lo cierto es que ya comencé a entrenar de forma
rigurosa junto a Santi Centenera y comencé a medirme con
compañeros extranjeros de mi misma categoría, adquirien-
do una mejor perspectiva de mi nivel y de aquello que de-
bíamos seguir mejorando.
Concursos que recuerdo también con especial cariño con
“Coco” son: La Granja de San Ildefonso (ESP), Barroca
d
’
Alva (POR) y, por supuesto, Saumur (FRA).
Junto a “Coco” pasé también el verano más importante
de mi carrera deportiva: en 2005 pude, gracias a la interven-
ción de mi madre, acudir al DOKR en Warendorf, Alemania,
bajo la dirección de Herr Rüdiger Schwarz. El DOKR es algo
así como el Comité Olímpico Alemán para la Equitación. Ahí
residen y entrenan todos aquellos jinetes y amazonas que
forman parte de los grupos de perspectiva y alto nivel del
deporte ecuestre, desde las categorías inferiores hasta la
adulta. Ahí pude trabajar y aprender a diario junto al equipo
juvenil alemán de CCE, chicas todas que luego se convirtie-
ron en amigas. Entre ellas, por ejemplo, Julia Krajewski o
Anna Siemer, con quienes sigo a día de hoy guardando es-
pecial complicidad y amistad. También pude conocer a Dirk
Schrade o Frank Ostholt, para quienes colaboré como moza
de cuadras limpiando y trabajando caballos, gracias a lo
cual entendí lo que es el esfuerzo y la disciplina diaria y
comprendí lo que es trabajar duro para conseguir objetivos.
Gracias a ese trabajo como colaboradora en la cuadra, con-
seguí la recompensa de varias clases junto a Dirk, quien re-
cuerdo repetía incansable “si no duele, lo estas haciendo
mal”, y así un apoyo tras otro hasta hacerlo perfecto miran-
do a los espejos.
Durante ese verano aprendí a trabajar con mayor preci-
sión, mayor dedicación y mayor determinación. Iba con so-
lo un caballo, pero recuerdo que acababa agotada al final
de la jornada, momento en el cual cogía la bici y pedaleaba
a casa (muchas veces bajo la lluvia). Herr Schwarz era muy
duro, pero cuando las cosas salían bien, te recompensaba
con una leve sonrisa y un gesto de aprobación que conse-
guía darme fuerzas para toda la semana. Entrenar en aque-
llas instalaciones era un sueño y más aún junto a los chicos
y chicas que trabajaban ahí cada día. Recuerdo ver saltar a
Ludger Beerbaum o ver trabajar al equipo Absoluto de Do-
ma Clásica antes del Campeonato de Europa de aquella
temporada (“También se aprende mirando”, me decía el en-
trenador); era literalmente impresionante.
El concurso que preparé durante mi estancia en el DOKR
fue Saumur. Participar ahí fue un auténtico hito para mí en-
tonces, pues era ya un concurso de importante categoría y
reconocido prestigio, con un nivel competitivo mayor al que
hasta entonces estaba acostumbrada. Y la experiencia, jun-
to a mi familia y amigos, fue increíble. “Coco” estuvo más
que a la altura y yo disfruté muchísimo.
Las salidas a pista con “Coco” eran siempre fascinantes,
una alegría, un auténtico subidón, y la sonrisa al cruzar la
meta era siempre la manifestación de aquella sensación.
Pero, lamentablemente, la vida deportiva de “Coco” fue
breve; su corazón era grande, sus ganas inmensas y su én-
fasis por correr incalculable, pero su cuerpo no aguantaba
los entrenamientos o quizás la forma de entrenar que tení-
amos por entonces no era suficientemente óptima ni se
adaptaba a su pequeño esqueleto. Tuvo varias lesiones y,
tras ellas, alguna recaída. Por ello, nos vimos en la situación
de tener que tomar la decisión de retirarlo cuando cumplió
los 15 años, una edad relativamente temprana. Sin embar-
go, tuvo el mejor de los retiros posibles: mi madre eligió el
mejor de los prados de Cantabria para que descansara con
el mejor pasto y, finalmente, una vez nos instalamos en
Santillana Paddocks, se le reservó un prado exclusivamente
para él, al que acudía cada mañana junto al resto de sus
compañeros.
“Fier Ckoka” falleció el pasado mes de mayo a sus 27
años, discretamente, sin hacer ruido. Se le paró el corazón;
no sufrió. “Sucedió en segundos”, me contó el encargado
de la cuadra entre lágrimas. La veterinaria confirmó poste-
riormente que la autopsia reflejó un buen estado del resto
de órganos y todo indicaba que, simplemente, aunque lo
escondiera con una bien entendida arrogancia y altivez, era
viejo y la naturaleza hizo su papel. “Genio y figura”.
Sentimos en casa mucho su ausencia, pero gracias a la
ilusión y buen hacer de mi madre en su faceta de criadora,
tenemos dos yeguas producto suyo: “Fier Atenea” y “Fier
Bambina”, quienes son su viva imagen, sobre todo esta últi-
ma, en quien tengo depositadas grandes expectativas.
Creo que “Fier Ckoka” (1991, “Ckoka Ben Biarritz A” por
“Rouge d’Amour XX”), un verdadero
angló
(como llaman co-
loquialmente los franceses a aquellos Anglo-árabes al 50%,
hijos de árabe puro y purasangre puro), representa con
grandeza y orgullo los valores de su raza: valentía, veloci-
dad, ligereza, elegancia, inteligencia y mucho, mucho cora-
zón.
María Pinedo
María y “Fier Ckoka” en
el 2 estrellas de Saumur.