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a cría de caballos es siempre una experiencia
bella, apasionante la mayoría de las veces y,
en algunas ocasiones, por qué no, rentable. no va-
mos a despreciar ni a considerar un criador “menor”
aquel a quien le guíe únicamente su instinto, no te-
niendo objetivo comercial a la hora de iniciarse en es-
ta aventura de hacer nacer seres, que es la más nor-
mal, pero sorprendente a la vez, de la naturaleza.
Prácticamente nada podemos decirle pues a quien se
adentra en esta actividad por el simple placer de reali-
zarla, más que desearle suerte y confiar en que las
noches en vela y gestaciones frustradas queden
siempre, y para siempre, eclipsadas por el relincho de
un nuevo potro en el prado.
Sí creemos, en cambio, que quien decide un día ha-
cer de la cría de caballos para el deporte su principal
ocupación o, por qué no, una actividad económica
complementaria, puede tener en cuenta la experien-
cia de quienes le han precedido en el camino, aunque
sea solo para reconocer señales que le adviertan de
si está viajando por un sendero tortuoso o por aquel
más derecho y certero. Cuando viajamos a las maris-
mas, o a las montañas, y nos encontramos en un cru-
ce sin señalizar, buscamos, para orientarnos, a un
hombre con aspecto de lugareño, si es viejo mejor, y
si tenemos la suerte de que le acompañe un perro,
aún mucho mejor.
¿Por qué cuando vamos a iniciar un proyecto de cría
cuesta tanto hacer caso a quien ya anduvo antes mu-
chas veces por el mismo paisaje?
estoy convencido de que a usted, al igual que a mí,
únicamente le seduce participar en juegos emocio-
nantes, en los que las cartas no estén marcadas y na-
die haga trampas en el corte. es por ello que conocer
las bases, aunque no reglamentadas y pocas veces
escritas, es, más que importante, esencial, si quere-
SELECCIÓN DE REPROD
Thomas Carlile y “Upsilon”, madre por “Fusain du Defey”.