AMARILLO
que nada tenía que ver ni con caballos ni con fotogra-
fía. Hablamos sobre hombres, padres, hijos, sole-
dad... Sí, así, sin más. De cero a cien. En mitad del
magnífico campo del Club Pineda, dos desconocidos
hablando de las opciones que nos ofrece la vida.
Este año Robert estaba ahí. Al pie del cañón, con su
Nikon D200, y nos salvó el culo a otro compañero
redactor y a mí. Y es que justo antes de que dieran
comienzo las definitivas pruebas de salto y conse-
cuentemente las entregas de premios, a ambos, o
por casualidad, o por mi mala pericia, se nos estro-
peó la cámara. El sudor frío se apodera de nosotros
como si estuviéramos pasando una aduana en Tailan-
dia y, un metro antes del control, el amigo gracioso te
mete un gramo de coca en el bolsillo.
Me acerqué a Robert, y tras presentarle a Carlos, mi
amigo redactor, le pedimos su colaboración.
- ¿Puedes quedarte hasta el final y hacer fotos de la
entrega y demás...?
Al día siguiente, Robert me enviaba un enlace con
todas las fotografías de su Gran Semana Anglo-árabe,
libres de derechos para mí.
Gracias, Robert, de haber estado en los setenta en
Vietnam, hubiera querido tenerte cerca.
Lector, si piensas que esto no es nada, es porque
no sabes de qué va este negocio, en cualquier caso
“la de amor” es peor, siempre el amor es peor a la
amistad.
LA DE AMOR
Me acerqué mucho a ella y le dije casi como si de
un secreto se tratara.
- Perdona si soy el único que no está mirando tus
preciosos ojos, pero es que me he concentrado en
tus manos para comprobar si enviabas un mensaje a
tu amiga para decirle que estaba aquí.
- Ya lo he hecho, ya puedes mirar mis ojos, si quie-
res -respondió con una sonrisa de amiga cómplice.
Ese fue en realidad el buen momento, ya que si
bien es cierto que más tarde la amiga en cuestión lle-
gó, permaneció junto a mí lo justo para beberse un
güisqui con algo, decirme que era gracioso y, sobre
todo, dejarme muy claro que el resto de su noche ya
lo tenía planeado y que yo no formaría parte. No dejó
siquiera que intentara crear en su mirada eso que
otras veces había creído leer de “qué lástima que
seas mayor para mí”.
¿Y esto es una historia de amor? ¿Pues que te
creías? Llega un momento en la vida en que las histo-
rias de amor consisten en eso, ya en tan solo eso.
Encantado de volver a decirles cosas, queridos
socios.
Santiago Forn
Director de El Caballo Anglo-árabe
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A pesar de todo
lo que está pasando,
y del miedo que da lo
que puede pasar, en
nuestros caminos siguen
sucediendo pequeñas
cosas que nos animan a
continuar andando”