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tá la belleza con la actitud del caballo y la nobleza por
partes iguales, y luego la fuerza, que tenga amplitud,
ganas de trabajar y que tenga mucha nobleza que val-
ga tanto para el niño como para el viejo. Para mí, si un
caballo es feo pero es bueno me da igual, pero co-
mercialmente tengo que buscar la belleza porque lo
que voy buscando es la excelencia del caballo y que
valga para todo, para torear, saltar... no me pueden
salir todos pero sí a veces, de hecho ya tuve una ye-
gua que quedó tercera en doma en un concurso que
hubo en Los Palacios. Esta yegua se llama “Lampe-
zia” (“Jicaron” A-á y “Jonquille du Bercail”) y, aunque
era Anglo-árabe, no está en la rama A-á, sino en la
CDE, porque anteriormente no había la excepción
que hay ahora, que el caballo que sea A-á, aunque no
tenga papeles, se puede inscribir, y yo los míos los
metí en la raza Anglo-árabe.
Estoy enamorado del caballo, yo voy al Rocío, por
ejemplo, y si el caballo no está en buenas condicio-
nes cojo y me voy para mi casa, tienen que estar igual
de cómodos que yo. Hombre, no van a estar en un
hotel de 5 estrellas. Son mi preferencia, porque vivo
por ellos, es mi profesión y mi pasión también, a mis
potros los quiero yo, no te voy a decir como a mis hi-
jos, pero mis hijos creen eso, que los quiero más que
a ellos.
Mis potros comen lo mejor que puedo, pienso
inglés...
Tengo tres hijos, dos chicos y una chica, y dos nie-
tas. Y a mi mujer, que le gustan mucho los caballos.
Mis hijos tienen sus negocios, pero yo no les puedo
traspasar mis conocimientos...”.
YEGUADA VALIENTE
Juan Valiente montando a su Anglo-árabe “Nerón”.