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D E L A Z U L A L AMA R I L L O

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>www.angloarabe.net

“MOMENTOS”

M

e sentí como si me hubie-

ra pisado el caballo que

acababa de hacerme ganador.

No podía dejar de estarle agra-

decido, pero sin embargo me

había hecho daño. Hice lo que

todos en estos momentos, apre-

tar los dientes, forzar una sonri-

sa y no permitir que nadie nota-

ra que un pequeño demonio se

había cargado, fácilmente, con

su aliento, a aquellas mariposas

que un momento antes revolo-

teaban por mi estómago.

Estaba en Londres para asistir

a un concierto. Durante los mo-

mentos previos, en el Royal Al-

bert Hall, había seguido por el

amplio y lujoso pasillo de la pri-

mera planta, sin demasiada in-

tención, créanme, un perfume

de mujer. Iba andando distraí-

do, sin destino, pero me detuve

donde lo hacía aquel embriaga-

dor rastro. La barra del bar

“Moet et Chandon”. No era un

perfume cualquiera. Tenía algo

muy especial.

Es indiscutible que el cham-

pán es una de las bebidas más

reconocidas en el mundo, y

creo que entre sus virtudes la

que le confiere esta universali-

dad es que combina mejor que

cualquier otra con el rosbif, las

trufas, los fresones, la langosta

termidor y... con los ojos de

Victoria.

Conocí de ella este extremo

antes incluso que su nombre.

- ¿Quiere tomar algo?

- Una copa de champán,

claro.

- ¿Le gusta el champán?

- Creo que su color combina

muy bien con el de mis ojos,

¿no le parece?

Me di cuenta poco después,

cuando ya tenía el Brut Imperial

en los labios, que efectivamen-

te cuando una mujer bebe en

una copa de las de toda la vida,

o sea, las que desaconsejan

gourmets, sumilleres y gurús

gastronómicos de los dominica-

les, se produce un momento

mágico en el que incluso el más

torpe enfoca la mirada hacia

sus ojos.

- Muy bonitos, por cierto. Y su

perfume es sorprendente. Lo he

seguido por toda la planta. ¿Có-

mo se llama?

- Victoria.

- Encantado. Pero me refería

al perfume.

- Caballero, yo ya he agotado

mi cupo de errores en la vida.

Siga otro perfume.

- No he querido molestar. En

serio, me gustaría saber qué

marca es.

El concierto estaba a punto

de empezar. Las personas que

ocupaban los aledaños iban

apresurando el paso. Victoria

dejó lentamente la copa, aspiró

más aire del necesario desde el

punto de vista vital, y antes de

darme la espalda me dijo como

si dictara la lección al alumno

bobo:

- Mire, no es uno. Son dos. És-

te es el secreto. Por eso es úni-

co. Lo llevo haciendo desde ha-

ce muchos años. Mezclo dos fra-

gancias. Siempre las mismas,

pero en distinta proporción de-

pendiendo de lo que requiera la

ocasión. ¿Satisfecho?

Le ofrecí mi mano y mi sonri-

sa.

- Gracias. Encantado de oler-

la... y conocerla.

Victoria, sin pretenderlo, me

había dado la clave. Hay que co-

nocer bien cuál será el destino y

en función de él buscar la com-

binación más adecuada. Muchas

veces hemos hablado de la ver-

satilidad del caballo Anglo-ára-

be, pero la competición, la alta

competición, requiere también

especialización. Ni tan siquiera

una raza tan polivalente va a ser

competitiva si no adecuamos los

porcentajes de sangre inglesa y

árabe de forma conveniente a

nuestros objetivos. Los semen-

tales de los que se dispone ac-

tualmente, en su mayoría, han

sido contrastados y conocemos

por tanto cuáles son sus virtu-

des. Lo mismo pueden decir los

ganaderos responsables, al se-

leccionar sus yeguas de cría. To-

dos sabemos qué cualidades re-

quiere en mayor medida cada

disciplina ecuestre, olímpica o

no, y una vez más, me propongo

ser intransigente a la hora de la

elección, y también en la más

difícil, dolorosa a veces, del

descarte.

Me quedé con esta reflexión

un tiempo más, inmóvil. Encan-

tado. Hasta que el barman, al

que llamaban Mannix en su pue-

blo de Córdoba, donde ponía

gin tonics en un pub, y en Lon-

dres, Manuel, preguntó:

- ¿Puedo retirar la copa de la

señora? Uf, las mujeres con cla-

se, como ella, son complica-

das... Si no se da prisa va a

perderse a Julio.

- No me importa llegar un po-

co tarde. Así me ahorro escu-

char “Un canto a Galicia”.

Mannix es camarero-psicólo-

go autodidacta que tiene un par

de fórmulas magistrales en for-

ma de frase hecha que valen

para todos los males y las rece-

ta a cambio de la presunta pro-

pina, pero que ni siempre fun-

cionan, ni yo la necesitaba en-

tonces. No estaba pensando en

ella, y mucho menos creyendo

que el breve encuentro no hu-

biera valido la pena.

Las mujeres de cierta edad

fueron educadas así. No deben

ser excesivamente amables pa-

ra no confundir a los hombres,

no fuese eso a dar pie... y noso-

tros, los hombres, alimentamos

el bucle, claro, al no permitir

que ninguna que se muestre

muy amable se vaya sin inten-

tar tomar ese pie.

Estaba cansado, y no me ape-

tecía explicarle al patillafina de

Mannix, que llegada la madu-

rez, ésa de la que él ahora pien-

sa está inmune, hay que apren-

der a disfrutar de los momentos

como aquél sin hacer grandes

planes. Es la única forma de pa-

sar bien el otoño. Una estación,

por cierto, que resulta mucho

mejor de lo que yo creía, si no

te obsesiona, claro está, lo cer-

ca que está del invierno.

En cualquier caso me sentí

obligado a responder algo.

- No creas Mannix, la única

forma segura que existe para

evitar que una historia termine,

es no dejar que ésta empiece.

por Santiago Forn, Director

de El Caballo Anglo-árabe

>>>“Muchas veces hemos hablado de la versatilidad del caballo

Anglo-árabe, pero la competición, la alta competición, requiere

también especialización”

>>>“Iba andando distraído, sin destino, pero me detuve donde

lo hacía aquel embriagador rastro. La barra del bar “Moet et

Chandon”. No era un perfume cualquiera. Tenía algo muy especial”