28 Ago 2019 La afición de Leonardo Da Vinci
Da Vinci, el gran genio del Renacimiento italiano, tuvo una pasión aparte de la creación artística. El caballo fue su vía de escape en los momentos más tortuosos de su vida. Lo admiraba, lo montaba y lo dibujaba. Dedicó gran parte de su tiempo a estudiar su movimiento, su musculatura, sus proporciones y su armonía y a saber plasmarlo sobre el papel. Tanto es así, que se ofreció al Duque de Milán para realizar el monumento ecuestre jamás creado para que el duque homenajeara a su padre como era su deseo. Ludovico Sforza le confió el proyecto con dudas porque la historia de Leonardo, como la de los grandes jinetes, siempre fraguó sus éxitos sobre estrepitosos fracasos. El florentino, diseñó una estatua de más de siete metros de altura que pretendía fundir en bronce de una sola pieza y para ello, creó un molde de arcilla que causó admiración entre sus coetáneos. Jamás se había realizado una proeza escultórica de tal nivel.
La mala suerte apareció de nuevo en su vida y los 70.000 kilos de bronce que estaban destinados a fraguar la estatua, hubo que utilizarlos en la fundición de cañones para responder al ataque francés que Luis XII perpetraba contra Milán. De nuevo Leonardo tuvo que dejar inconclusa una obra que ni siquiera quedó en su versión de barro porque la artillería francesa utilizó su grandioso caballo como blanco en las prácticas de tiro.
Afortunadamente se han conservado algunos de los dibujos con los que Leonardo estudió los movimientos equinos en los Códices Madrid I y Madrid II y gracias al mecenas Charles Dent y a la escultora Nina Akamu, se pudo recrear lo que podría haber sido el caballo de Sforza, basándose en bocetos de Leonardo y, aunque no podemos saber si realmente fue así su idea final, esta recreación se puede observar en la puerta del Hipódromo de Milán.
Esta pasión sin límites de Leonardo por los caballos, refleja perfectamente una de las líneas de actuación de nuestra Asociación y es por ello que hemos creado el “Premio Da Vinci a la Mejor Afición” para reconocer a aquella persona que, sin ser profesional del sector, desde su posición destacada, haya sido capaz de proyectar la pasión por los caballos y por la hípica al resto de la sociedad.